El viaje hacia Valladolid estuvo plagado de música del grupo, de conversaciones y anécdotas de lo más interesantes, hasta que llegamos a la ciudad, bastante pronto. Después de dar vueltas como locos por la ciudad, encontramos el lugar del concierto, localizamos a nuestro último integrante del grupo y nos fuimos a hacer una ronda por los bares de la zona. Hasta que llegó la hora del concierto, al que acudimos con muchas ganas de conocer al grupo en directo, en contacto con su público y con cientos de fans observándole.
Lori Meyers salió a escena, comenzó el concierto y el resto se traduce en un despliegue de música que personalmente, jamás había visto. Fue una fiesta total, donde cada persona dio el extra con cada tema, con cada frase del artista. Comparo el concierto al de Sidonie en la Plaza del Trigo en el Sonorama, ya que cada uno de los dos conciertos se convirtieron en fiestas, en gente saltando, cantando y bailando con toda su alma.
Lo que más me llamó la atención del concierto fue que, al acabar, todo el mundo a mi alrededor estaba sudando, fue como el final de una gran batalla en la que los seguidores de Lori Meyers defendieron su patria, llamada música. Una batalla en la que cada uno dio todo para conseguir la victoria como si fuera su último día en el mundo.
Acabado el concierto, cada uno de los integrantes de mi grupo, incluido yo, compartimos la idea de que fue un concierto difícil de olvidar, y la genial puesta en escena de los granadinos.